OPINIÓN – Faride Raful: Donde dije digo, digo Diego

Hay un proverbio latino que reza: «Homo sun, humani nihil a me alienum puto» cuyo significado es: «Soy un hombre, nada humano me es ajeno». Esta expresión que encierra una gran verdad filosófica y de la cual somos pocos los que podemos escaparnos  de ella,  fue escrita en uno de sus dramas por Publio Terencio Afro (africano), el comediógrafo latino más importante después de Plauto y a su vez, un esclavo al servicio del senador romano Terencio Lucano, el cual, al vislumbrar en Publio Terencio sus cualidades y capacidades intelectuales, algo no muy común en los esclavos, optó por liberarlo y permitirle  que usara su nombre e introducirlo en la nobleza romana.

Traigo a colación la frase más arriba citada, porque es muy común en los diarios en donde se permiten de manera democrática la libre expresión de los lectores, ya sea en torno a un artículo o una información,  etiquetar como «enemigo» o miembro definido de un  partido contrario,  a quien opine en torno a una situación dada en un gobierno de turno o critique de manera constructiva a un funcionario específico o una figura política que representa al que está actualmente en el poder.

En lo particular, adelanto que no es mi caso ya que, desde hace mucho tiempo no pertenezco ni me interesa ser miembro de ningún partido político en la Rep. Dominicana. Opté por igual, de no ejercer el derecho al voto años atrás porque entendí  -y el tiempo me ha dado la razón- de que  el fragor político en esta nación como en muchas otras, se ha convertido en un guarida de aprovechados, oportunistas, demagogos, cínicos e hipócritas, que se han enganchados al quehacer político para arribar a las mieles de poder y, desde allí, alcanzar los  tres objetivos fundamentales de estos camaleones que son: Riqueza, notoriedad pública y poder político y de esa manera ascender a la cima en la escala social.

Al único partido al cual pertenezco y soy militante activo, es al Partido Republicano en los Estados Unidos, pero, como lo dijo Terencio: «Soy humano y nada me debe ser ajeno» y más aún, en la nación en donde nací. Creo y pienso, a juzgar por los  dos meses que lleva ejerciendo el poder el Lic. Luis Rodolfo Abinader Corona, que está tratando de enderezar entuertos, de hacer un gobierno honesto, de enfocarse en eliminar el entramado corrupto en que se desenvolvía la pasada gestión y, en hacer una administración transparente y devolverle al pueblo que lo eligió,  la fe y credibilidad al ejercicio del poder en la patria de Gregorio Luperón..

EL AUTOR es escritor. Reside en Nueva York

Aclarado esto, quiero enfocarme en un tema político-social que se ha convertido en un típico caso de corrupción política, algo inmoral, deleznable, carente de sentido y que se ha perfilado en un cebo para los arribistas políticos, algo parecido al que se usa en los hogares para atraer a las cucarachas: «El barrilito.» Es oportuno aclarar que esto no fue  establecido en esta administración, sino mucho antes de la misma y que, con el tiempo, se ha convertido en un objetivo político para saciar la sed de riqueza y el bienestar de unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría del pueblo dominicano.

¿Qué es «El barrilito» ?

Es un engendro político denominado: «Fondo de Gestión Provincial Senatorial» el cual fue incubado bajo la gestión del dirigente del Partido del Liberación Dominicana (PLD) Reynaldo Pared Pared, quien a la sazón era el presidente del Senado y que la sabiduría popular lo bautizó como  «El barrilito», haciendo alusión a un barril o un cofre lleno del dinero de las arcas de Estado que, como sabemos, se nutre de los impuestos de sus ciudadanos entre otros ingresos.

Este adefesio político tuvo sus inicios en el año 2006 bajo la presidencia del Dr. Leonel Antonio Fernández Reyna y, obviamente,  contó con la complacencia y el regocijo de todos los miembros del Congreso Dominicano de esa época,  en vista de que a cada legislador se les ponía a su disposición una suma considerable de dinero sin control alguno para su uso, supuestamente,  para «dar asistencia social» a los ciudadanos de sus respectivas provincias.

Solo en una nación en donde el ejercicio de la política se ve como una inversión a corto plazo y con pingües beneficios y no como la definió el patricio Juan Pablo Duarte de que: «La política no es especulación, es la ciencia más pura y la más digna después de la filosofía, de ocupar las inteligencias  nobles», es posible crear adefesios promotores de la corrupción, desnaturalizando las verdaderas y reales funciones de los legisladores de un Estado.

La Constitución de la República Dominicana en el Capítulo III, Artículo 93, define con precisión las obligaciones generales de los congresistas la cual establece que: Fueron «elegidos para legislar y fiscalizar en representación del pueblo dominicano», enumerando entre otras cosas, las atribuciones generales del Congreso.  No conozco hasta ahora, que a los miembros de un congreso en una nación se les entreguen partidas millonarias como es el caso de la República Dominicana  para regalar dinero y hacer «habichuelas con dulce», «pagar entierros y comprar cajas mortuorias», «apadrinar y hacer bautizos colectivos» , «pagar recetas médicas» y «resolver problemas sociales de índole económico en sus respectivas jurisdicciones».

Para que el dominicano tenga una idea de lo que esta monstruosidad política significa para las arcas del Estado,  en el 2020, el Senado de la República Dominicana presupuestó RD$449.8 millones en «ayudas y colaboraciones» a personas. Por otra parte,  en la Cámara de Diputados, el monto para esa misma acción inconstitucional fue de unos RD$778.9 millones. Si sumamos ambas cifras, el Congreso Dominicana está dilapidando la friolera de unos RD$1,228 millones los cuales en su gran proporción se quedan en los bolsillos de los «sacrificados congresistas». Eso es para llenarse de total indignación.

Donde dije digo, digo Diego

A cualquiera que le guste estudiar e interpretar las personas que incursionan en las lides de la política, la mejor radiografía moral y de ética que podemos tener de ellas,  en verlas actuar y escuchar lo que dicen cuando aspiran  a una posición electiva y, después, observarlos y analizarlos cuando ya están en ellas. Eso nos da un retrato ajustado de la realidad y es por esa razón  que yo, en lo particular, me guío más de los políticos  por lo que hacen después y no por lo que dicen antes.

En el caso de la senadora Faride Raful, cuando era candidata a representar como Senadora al Distrito Nacional por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) hoy en el poder, fue una activista que se destacó entre otras cosas en su campaña, por condenar por parte de los congresistas dominicanos el llamado «barrilito» por considerarlo un instrumento de corrupción y de enriquecimiento institucionalizado.

Cuando la referida candidata obtuvo en las pasadas elecciones la representación congresional del Distrito Nacional por su partido, su discurso sobre el «barrilito» fue otro ya que, al parecer, guiada por el rol que caracteriza a la gran mayoría de los políticos en Dominicana, pudo más la ambición a lo encontrado en el famoso «barrilito) (un millón de razones), que lo que había sido un referente moral  en su campaña.

Hoy y justamente cuando me encontraba desarrollando este artículo para ser enviado para su publicación, salió a la luz pública su renuncia al uso de esos fondos, obviamente, obligada por el reclamo público al incumplimiento de sus promesas ante el uso de ese dinero que desangra al erario por parte de los congresistas. Ella  se vio en la necesidad de rectificar y dar marcha atrás a sus propósitos de montarse en el carro del oportunismo político. No debemos olvidar que, no obstante esa renuncia, la Senadora Raful trató de justificar el cambio de su postura y darle uso al «barrilito», dizque porque los fondos del mismo (ascendente a un RD$1,59.000.00)  «iban a ser dirigidos a una Oficina Técnica Legislativa del Distrito Nacional» la cual estaba bajo su dirección.

El problema de la mayoría de los políticos de hoy en día, es que piensan y se llegan a creer que todos aquellos que los vemos y escuchamos en sus peroratas en pos de sus objetivos y en las justificaciones que hacen a sus errores,  somo analfabetos, idiotas o estúpidos e ignoramos los  sofismas adheridos a sus palabras. Tengo que recordarle a la flamante Senadora Faride Raful que, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, hay asesores técnicos al servicios de los congresistas para ayudarlos y orientarlos en determinado asuntos inherentes a sus funciones. Lo que ella quiso justificar para hacer uso al «barrilito» es una mentira piadosa, pueril, innecesaria y burda.

Dos flor de loto en el Congreso Dominicano.

Yo en lo particular, califico al Congreso de mi país como un inmenso basurero, lleno de estiércol con aspecto humanoide y que sus integrantes en su gran mayoría, se merecen el desprecio de los que han confiado en sus palabras y creyeron en sus falsas promesas de ser honestos. No obstante ello, siempre hay excepciones que confirman la regla.

Esas dos excepciones que han confirmado la regla los son: El Senador por la provincia de Santo Domingo Antonio Taveras Guzmán del Partido Revolucionario Moderno (PRM) y el Senador por la provincia de Santiago y presidente del Senado de la República Dominicana el Sr. Rafael Eduardo Estrella Virella, los cuales renunciaron desde un principio al uso de este dinero indebido e improcedente

En mi humilde percepción ante esta crisis de valores morales y éticos de los político en la República Dominicana,  considero a estos dos senadores, los dos únicos políticos que se han erguido como la flor  de loto en el  Congreso Dominicano, que como sabemos,  es la única especie de su naturaleza que germina en las aguas sucias, en el fango o en el lodazal, con hermosas y aromatizadas hojas flotantes  a pesar de la suciedad en su entorno. !Bien por ellos dos!

fuente:almomento.net

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